La calle estaba sola y helada, lo único que rebotaba eran los golpes de mi amigo en los vidrios, edificios o tubos.
Dimos unas vueltas por la cuidad, las putas ya habían empezado a salir, orinando frente a un supermercado y diciendonos en tono de broma que no miraramos. Fue un chiste ciertamente sin gracia.
Al fin tomamos un colectivo dirección mi hogar. Y ahi empezó.
Un demente gritaba cosas desde un lugar que nunca pude averiguar.
Los carabineros buscaban a alguien en especial, la calle se torcía, pensaba en ver una sombra y bajarme del vehiculo, aunque no tuviera más dinero para subir a mi casa y me condenara a dormir en la calle solo por verla.
No era el punto.
La calle se movía, el conductor preguntaba idioteces a un tipo, las sombras atacaban las ruedas del colectivo, mi amigo que estaba junto a mi estaba durmiendo sin saber de los peligros imaginarios que salían como sierras eléctricas de mis oidos.
Los árboles nos lanzaban hojas que simulaban granadas y los perros eran jaurías en una noche infinita.
Un búho me miró y me hizo despertar cuando estabamos a punto de bajarnos.
Escuché los plomos de nostalgia ajena como balas.
Sentí su miedo y su rabia.
Yo sentí compasión y una risa conocedora de lo que el pasaba.
Lo abrazé y acosté en un sillón, esperando que no amaneciera vomitado.
Quería dormir, abrí mi cama, desperté y escribí sin sentido de orientación.
Me gusta.
jueves, 8 de abril de 2010
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