jueves, 16 de diciembre de 2010
FPPL.
Muchas veces uno es atacado por un ejército fantasma con total patudez en tu propia cabeza, irrumpiendo con total brutalidad, con estandartes de tus defectos, escudos con forma de tus miedos y gritos de guerra con el nombre de tus inseguridades; que quieren ser las más ocultas pero que terminan siempre siendo las más reconocibles.
Le da palizas a tu realidad, toma como esclavos de guerra a quienes te quieren ver bien. Te mandan cartas hechas con recortes de periódicos amenzando con que si no alejas a quienes te quieren de ti, sufrirán la pena de tener un ser ardiendo en una mutilación de autoestima total y absoluta.
"Weon, déjame solo..." dura lanza con la que detienes los acercamientos de los otros.
Impenetrable torre de autoflagelación, un intento desesperado de no hacer sufrir a nadie que estimas, quieres o amas por la forma en que eres.
Y si nos hemos sentido así... oh, si que lo hemos hecho.
Cualidades aleatorias pero con el mismo resultado nos conviertió en frentistas de una guerra que nadie se interesó en reportear.
Decimos lo que sentimos y lo que deseamos, por impuro que puede sonar, que puede saber, por la repulsiva presencia de mentes que no son normales.
Mentes que se alimentan del dolor para poder ser. Ser algo, diferente al resto.
Nos encanta no ser como tú. Al menos ahora podemos festejar eso en una cena con tripas, sangre y moretones de nuestra joven piel; cosa que antes jamás hubieramos pensado en ideas suicidas y muestras de arrepentimiento de haber nacido y haber ensuciado el mundo.
Ahora vemos bien el hecho que no nos cagamos al mundo. El mundo ya estaba perdido antes de nosotros, solo venimos a terminar el trabajo, no haciendo algo, haciendo nada. Somos una mancha en este mundo, pero el mundo ya estaba tan tapizado de mierda que apenas si nos vemos. Una mancha a tu moral cristiana, a tu moral social a tu moral y a tu pensamiento de como debemos ser y como no.
Lanzamos granadas con lo que nadie quiere leer, con lo que todos pagarían por olvidar.
Hacernos una película es poco; ya vivimos en un mundo creado por otros y tratamos de salir a flote de alguna manera, unos como buenos y otros como malos, claro... nos clavan a un madero asegurando nuestra maldad perenne... y no los culpamos, nunca los dejamos conocernos.
Somos guerrilleros de una pandilla ciega en una jungla de Brazil, somos monjes que nos sentamos a esperar para llegar a una iluminación con un cigarro, un pito y una chela en el pasto.
De una manera más simple de compasión venimos; a gritarte que el mundo está perdido, saca tu botella y celebremos.
Cuchillos, espadas, granadas, escupos, todo vale.
Nos escondemos entre el follaje de unos audífonos para disparar a discreción a un ser con un signo de peso, de política, de religión, de formatos y patrañas violadoras de oidos de niños.
Somos la respuesta para la pregunta que nadie hizo; no tenemos sentido ni propósito.
Saltamos por la cuidad como monos, rayamos las calles, tatuamos en nuestro cuerpo el mensaje de la resolución de no querer vivir la vida como espectadores de las experiencias de nuestros padres.
Porque somos frentistas de un país sin poemas, pero si de muchos puños que gritan al ritmo de una música que nadie más que unas letras sin dueño quieren escuchar.
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1 comentario:
Me dio una hueá en la guata cuando terminé de leer.
También se me hinchó el pecho con orgullo.
Buena, hueón. Buenísima.
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