miércoles, 7 de diciembre de 2011
No músicos.
Veneno.
Veneno necesario. Como quemar una herida o resfriarse por prestarle el abrigo a tu mina cuando llueve.
Siempre estuvo, está y estará, entra por los oídos y se dispara como un splash, creando esa tormenta eléctrica en la espina dorsal que obliga a las manos a imitar el movimiento de como si se tocara batería o una guitarra.
La necesitas y ella no a ti. La música vive por si misma, siempre serás el eterno enamorado de aquella melodía que no podrás reproducir ni que hubieras podido crear nunca.
No hay dedos para el piano, no hay baquetas, y aún si las hay no salen más que sonidos inconexos como hijos de la misma. Hay quienes se ganan un espacio indeleble en nuestras mentes por interpretar una melodía tan increíble, crear unas líricas tan directas para lo que sea que experimentes en el preciso momento que la escuchas por primera vez, o quizás que tu vida cambia para adaptarse a ella.
El único instrumento de muchos son sus oídos. Yo no creo necesitar más que eso.
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