domingo, 18 de septiembre de 2011

Algo viene; viene algo.

Es lo único que siento entre tiempo y tiempo. Antiguas culturas decía del miedo que se pegaba a través de las miradas, y una vez infectado, invadía el corazón. Otros decían que el miedo es una enfermedad sin cura.
Cuando todo está estable dentro del desastre, un día en la noche deja de estarlo, se hace difícil no tener miedo por la inseguridad tremenda que sientes hacia tu futuro. No saber si mañana estarás en la calle fría a las seis de la mañana, escondido en una bufanda para ir al matadero o en pantalones cortos a las doce del día: relajado, pero sin bañarme.

No puedo hacer nada contra esto. Solo puedo intentar afirmarme por la derecha para estar a la deriva a la izquierda.

Cada día que pasa, más me hago a la idea de tomar un camino y sufrir las consecuencias: al menos no tendría más sorpresas tan difíciles de arreglar como estas.

Tengo estas manos y una espada sin filo. Tengo todo para escribir menos un lápiz. Tengo tantas posibilidades pero no una decisión.