sábado, 30 de enero de 2010

Yo, no el que escribe.

 


He ahí, el antipoeta.
El antimariconás.
El antisimismo en algunos momentos, en los que hace uso de su politica antitodo.
Un cliché para tapar tantas cosas...
Escribiría un blog entero para enumerarlas todas, pero no quiero hacerlo tampoco.

Sin embargo, hay algo en el, y ahí estoy yo.

La mente tras las letras, la piel tras la barba, el pensamiento puro detrás de acciones que el aburrimiento, miedo y actos-reflejos, crean en cada momento en que late ese corazón.

Yo pienso, opino, siento y no niego esto, soy el Dios tras la creación que veo que cada día se auto mutila con ataques químicos entre seres que son lo mismo, momentos.

Me gusta estar detrás.
Me gusta estar escondido y no es por miedo ni cobardía.
Es porque me acostumbré a estar así y tambien, siempre, para mantener mi ego intacto, como una llama que se prende en la oscuridad una vez al año, miestras cantas alguna putada a tu Dios, o una repetición de palabras sin sentido esperando que me muestre y te enseñe una verdad dura.
Aparte del chiché obvio, del poeta que no está en celebraciones, sino en una montaña alta, alejada de la triste y ciega muchedumbre, y que baja solo para gritar sus palabras de miel, y su frustración ajena hacia las personas normales.

Debe ser asi.
Aunque, de un tiempo hacia ahora, he notado que salgo mucho más.

Me hago un ídolo de mi mismo.
Mi carcasa, del cual pueden ver su foto más arriba, me ama, me necesita.
Sabe que no sería nada más que otra persona sin mí.
Si, puede sonar arrogante.
Pero así es.

Y aunque me admire y sea mi primer fan en todo esto de escribir, lo odié mucho tiempo.
Ahora, me cae bien.
Despues de todo, yo no sería el, pero yo si lo hacía ser a el, si mismo.

Yo lo hago ser lo que es, y el me presta sus manos para expresarme.

He aquí el que escribe.

He aquí, la máscara tras la sangre...

y la carne facial tras la máscara.

viernes, 29 de enero de 2010

Sol, piel, viento, papel, aire, tiempo/espacio.


Y estoy lejos, y parece que no me importa.
En letras, cobra sentido y un cariño escrito en papel o redes invisibles, dependiendo que tan cerca del fin estemos.
Muchos los llamaron Inti, Nanahuatsil... nuestra gente le llama sol, y está lejos de cualquier mano o ser terrestre.

Las alas se queman cuando piensan siquiera en acercarse más de lo que el orgullo como la bola de fuego, primo del infierno y cargador natural de nuestra galaxia, permite.

En vano, se trató de luchar contra el, y en tiempos inmemoriales el hombre se rindió y aceptó la supremacía solar.

Marca nuestras vidas, almas, días y noches son su presencia y ausencia.
Empieza nuestros mejores días, asi como los no tan buenos y los peores que aquellos.

Fue un gran golpe al orden del universo establecido por leyes visibles ante nuestros ojos e incomprensibles a nuestra imaginación, el saber que el gran astro, tenía fecha de muerte.

Y no como su fecha  no ,una muerte ordinaria, una muerte que acarrearía miles, millones y quizás todas, las muertes del universo al menos conocido por nosotros que no regimos el mundo.

Aún asi, ese día no llega, y nosotros los hombres vivientes, aún podemos ver el sol, flameante, enorme y rigente de nuestras metas que, por oscura que sea la mente de alguien, siempre tratan de tomar el sol con las manos  y subirnos sobre él, para demostrar que siempre hemos querido ser lo máximo, lo superior en todo aspecto, tanto en nuestras propias vidas como en las del resto, que podamos o queramos regir.

jueves, 21 de enero de 2010

LLuvia y mar.


Tenía ganas de... no sé.
Salí y compré una cajetilla de cigarrillos, el pendiente de la tienda me miraba como queriendo jugar a ser Dios y adivinar lo siguiente que yo haría, pero se equivocaba, lo que me da un sentimiento frio y reconfortante de llevar la contra.

Llovía mucho afuera.
Haciendo algo de jaleo, enciendo un cigarrillo sin soltar el paraguas y fruzo el seño mientras dos señoritas me miraron con algo de picardía.
Miré al mar, y parecía estar feliz de que lloviese, y trataba de abrazar las nubes con sus olas que aseguraban romperme los huesos si me atrevía a hacer algo más que solo mirar.

Caminé en dirección contraria a la que debería ir, y fui a un lugar que me trajo recuerdos de niño.
El mar, estaba igual de poderoso que aquella vez, pensé para mi.

Pero era distinto, todo.

Parecía poder entender y poder mirar de tu a tú la siguiente etapa, la próxima etapa de mi vida.

No parecía tanto, aunque tal vez el esfuerzo no sería tanto, y que el mismo premio tampoco sería tanto.

Eso hizo el mar.

Tambien sabría que tendría beneficios, quizás los últimos de la vida.
¿Y si de verdad fueran los últimos que tendría en vida?
¿Debería tomarlos de la manera en la tomo el agua con mis manos hoy?

Y, si no fueran los últimos beneficios de mi vida, sería mejor tambien la forma en la que podría recibirlos.


Hizo la lluvia.

Prendí otro cigarro y me alejé sin pensar en cosas demacido serias
Mientras la lluvia acariciaba la gabardina de mi chaqueta por el descubrimiento, o la revelación que ví entre lluvia, mar y humo, en las fauces del cielo, que podrían asustar a cualquier par de ojos.

martes, 19 de enero de 2010

Un viernes.

Y si, se sintió bien, sucio (y en el fondo) mal intencionado, pero se sentía ese sudor frio en la cabeza de hacer lo incorrecto y parecer disfrutarlo a un nivel celular.

Y tomé, y hubiera tomado más, y tomó, y no lo hacía, la segunda sombra sin forma ya tomaba y parecía afectarle cada milésima de segundo en la que su nariz percibía el olor del alcohol.
La primera sombra mostraba sus ataduras, y casi morbosamente, las restregaba cerca de mi cara, salpicando rabia centenaria y una felicidad que parecía ser el pensar en que quizás se mostraba ahora como lo que no fue antes, pero que ahora es querido por mi y un ejército de hombres sin mirada.
Pasó lo que debía pasar, el alcohol se autoproclamó el campeón que derrotó los bloqueos de la inhibición, y desde un juego, desde una broma, salieron cañones, y dispararon besos fuertes, con ganas.

No se podía disimular las ganas del que habla, ni el disfrute y emoción de quien siempre quizo hacerlo, aunque en otra situación y época.

Se repitió sin emoción, ni siquiera picardía en otra sombra amiga de la primera.  Era un trámite culpable

Terminó con lo esperado, una caminata, una espera y un ladrón esperando llenarse los bolsillos de temor y dinero o la ropa de sangre y orgullo de saber que puede hacerlo y es inmune a la justicia pensada por hombres españoles del pasado.

Pero una sombra llegó, ebria de poder y alcohol, vomitando una experiencia ya asimilada por todos, más no conocida.

Nos dejó dormir en su esquina, en la que no dormí nada, al amanecer moví una rama, y ahí estaba, la sombra dormida.

En el límite de la oscuridad con la luz del día nos dejó.

Le pedí la manera malsana de invocarla ante mi obvio deseo de volver a bañarme en ella.


Un triste intento con esperanzas terminales, en intento de llegar al  final del día en que el sol de apage.