viernes, 25 de noviembre de 2011

Reflexiones, asunto de Valparaíso.


Me gusta mucho más Valparaíso ahora. Hace un tiempo, me tocó subir más que nunca a los cerros de esta cuidad. La falta de dinero para locomoción me ha ayudado a conocer más esta cuidad. A ver las palomas de los bancos, todas las plazas anónimas dedicadas a nadie, las bajadas infartantes y los gatos de casa.
Una chaqueta ha sido mi mejor amiga, la suerte me ha entregado guantes de cuero y un gorro ajustado con algo de polar en su interior. Pienso y discuto conmigo mismo; pero supongo que es la magia de Valparaíso lo que hace que yo concuerde en hacer las pases.

A veces me acompañan unos lentes negros, otras veces el mar cerca de mi universidad. Otras una rabia enorme y casi siempre las ganas de ver olas tan grandes que me hagan retroceder.

A veces, en la micro, pienso como es que fui a dar de un cerro cerca de la nada y una reputación de mierda, al lugar en que el cielo es el más oscuro de toda la quinta región en tan solo una hora.

Hay veces que las oscuridad dura toda la noche y parte del día, como en ese lugar. Hay otros en que en que la noche dura toda la vida.

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